Este muestra el déficit fiscal (dado por el resultado económico del sector público no financiero) acumulado de los últimos doce meses. Allí se puede ver que tras haberse mantenido en un nivel muy manejable (1.6% del PBI) hasta enero del año pasado, luego fue creciendo, ante la exigencia estatal de acudir más y más en apoyo de los múltiples sectores, personas y empresas afectados por la restricción de actividades, y también ante la notoria reducción de los ingresos.
Así se llegó a fines del año pasado y a los primeros meses de este año con un terrible indicador, negativo en casi 9%.
Felizmente, desde marzo la situación comenzó a cambiar notoria y sostenidamente, gracias a la reducción del gasto y la mejora de los ingresos. En ese trance, se ha llegado a julio con un déficit acumulado de 6%, 33% más bajo que el del momento más crítico.
El dato refleja la recuperación del dinamismo de la economía, las empresas y las personas, y también el buen entorno internacional (como lo demuestran las exportaciones en alza) en el último tramo del gobierno que acaba de finalizar. El estado ya no necesita aplicar planes de salvataje tan masivos, pues los agentes económicos se están valiendo por sí mismos, y a la vez está percibiendo muchos más ingresos, debido al mencionado dinamismo.
Si el nuevo gobierno no comete la torpeza de desfigurar el modelo que ha permitido esa rápida recuperación, esta continuará, y permitirá que las personas, las empresas y el propio estado no solo igualen pronto la situación que tenían antes de la llegada del virus, sino la superen.
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