La única esperanza para el país austral radica en las elecciones presidenciales previstas para fines de este año, que definirán su futuro. Esa será su oportunidad de oro para zafarse de la nefasta ideología que tanto daño le viene haciendo desde mediados del siglo pasado. Esa absurda visión ha sumido en un interminable declive al país que a inicios del siglo XX había sido uno de los más ricos del mundo y de lejos el más desarrollado de América Latina.
Si Argentina opta por dejar atrás el perverso estatismo, mercantilismo, controlismo y proteccionismo y enrumba hacia las libertades y la apertura al mundo, y concreta esa aspiración con un radical programa de estabilización y contundentes reformas de liberalización en absolutamente todos los campos de su economía, tendrá un muy promisorio futuro. Pero si no lo hace, irá camino a convertirse en uno de los países de más sombrío porvenir de la región.
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