Esa ciudad se ha visto beneficiada en varios aspectos en los últimos años. Por ejemplo, con la mejora de sus carreteras, que hoy le permiten interconectarse fluidamente con el moqueguano puerto de Ilo, así como con Arequipa y Cusco, y con Puerto Maldonado y la frontera con Brasil.
Y seguirá beneficiándose, con la ampliación de la hidroeléctrica de San Gabán, la construcción de las PTAR (que permitirán tener saludables las aguas del lago), la mejora de su infraestructura de riego (con la actual presa de Lagunillas y la proyectada de Huajchani), que ampliará su producción agraria, la autopista que la unirá con Juliaca (cuyo aeropuerto será mejorado con una gran inversión) y otras obras.
Eso no será todo, pues en los próximos años también se beneficiará con la construcción del gasoducto del sur, un proyecto que solo espera su reactivación y que llevará a los domicilios puneños el vital hidrocarburo de Camisea. Por si fuera poco, la explotación del valioso litio le proveerá grandes recursos por concepto de canon y regalías, convirtiéndose en uno de sus principales propulsores.
Pero para que su camino hacia el progreso no se detenga, debe dejar atrás las posturas y las ideologías radicales a las que una parte de su población ha estado siendo proclive últimamente, y que espantan la inversión y bloquean el progreso. Hablamos de aquellas como la que ha estado propalando allí Evo Morales, y que, como muestra de su gran nocividad, está llevando al colapso a la economía boliviana.
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