Eso significa que los productos no tradicionales, aquellos que difieren de la clásica canasta exportadora (de cobre, oro, plata, plomo, zinc, estaño, molibdeno, hierro, harina de pescado, petróleo, café, gas, etc) y suelen incorporar mayor transformación y valor agregado, totalizaron (gracias a un avance de 8.2%) importantes US$ 11,663 millones.
Entre esos productos sobresalen dos cuyos montos superan holgadamente los US$ 500 millones: las uvas, con US$ 651 millones (pese a un leve retroceso de 1.51%) y las paltas frescas, con US$ 580 millones (resultantes de un espectacular crecimiento de 46.10%).
Les siguen los espárragos, que hasta hace algún tiempo dominaban este ranking, y que con sus US$ 409 millones siguen siendo protagonistas.
En el cuarto lugar se ubican los arándanos, fruto que hasta hace muy poco tiempo era prácticamente inexistente en la canasta exportadora, y que entre los años 2015 y 2017 casi ha cuadruplicado su monto de ventas, que ahora ya asciende a US$ 361 millones.
Otros productos que sobresalen son la pota congelada, los alimentos para camarones (con un notable crecimiento de 40.63%) y los fosfatos de calcio (pese a que retrocedieron considerablemente frente al 2016). Todos ellos superaron los US$ 200 millones en ventas externas.
A continuación, y rebasando los US$ 100 millones, figuran los mangos frescos, el alambrón de cobre, la pota en conserva y los t-shirts de algodón (que vieron recuperar sus cifras).
Finalmente aparecen él óxido de zinc y los tops de alpaca, con notables crecimientos que los llevaron a casi o a más que duplicar sus montos.
Como se aprecia, diez de los 15 productos reseñados avanzaron, y seis lo hicieron a notables tasas de 40% o más. Ojalá esa firme evolución continúe, para que dentro de no demasiado tiempo podamos observar en la tabla a alguno de ellos alcanzando los US$ 1,000 millones.
Foto: Andina
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