Dicho indicador es fundamental, porque revela si la oferta y la demanda globales están equilibradas. Cuando la demanda es excesiva, la inflación comienza a crecer, provocando los perniciosos efectos por todos conocidos, entre ellos la pérdida del poder de compra de los salarios, la disminución del incentivo para ahorrar (lo que resta recursos a la inversión), la pérdida de competitividad exportadora del país, el deterioro de la capacidad de las empresas para planificar adecuadamente sus ingresos y gastos, la devaluación de la moneda, etc.
Averigüemos, con información tomada de los bancos centrales o institutos de estadística, cuál ha sido la realidad inflacionaria de nuestros países en el primer semestre del presente año y en los últimos doce meses, y comparemos esa información con la del año anterior.
El Salvador y Panamá lucen tasas anuales muy diminutas, con el primero de ellos reduciendo considerablemente la del 2017.
El Perú, felizmente, también destaca en esta lista, con una tasa anual de 1.43%, totalmente instalada en su rango meta de entre 1 y 3%. Le siguen Costa Rica y Chile, con tasas algo superiores al 2%.
Colombia registra una tasa anual menor a la del año pasado, pero Brasil una muy superior, tras un preocupante dato mensual de 1.23% en junio.
México, en cambio, reduce significativamente su cifra, en tanto que Argentina (con un desalentador incremento mensual de 3.74% en junio) la eleva hasta 29.47%, dejando claro que el ajuste previsto para intentar equilibrar las cuentas fiscales es urgente.
Sobre Venezuela, donde sólo se tiene información estimada, no hay mucho que decir, excepto que el país continúa siendo devorado por la hiperinflación, resultante de una política económica desastrosa.
Se podría decir entonces que Ecuador tiene deflación actualmente?
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