Esa reducción se debe a la entrada en operación de grandes proyectos, como los de Toromocho en Junín, Antapaccay y Constancia en el Cusco, y más recientemente Las Bambas en Apurímac. Pero también a la ampliación de grandes minas en operación, como las de Antamina en Áncash y Cerro Verde en Arequipa. Todos ellos verdaderos colosos en cuanto a producción del importantísimo y muy comercial metal rojo.
Y ahora, de la mano del buen precio que este ha vuelto a tener tras varios años de debilidad, se vienen nuevos protagonistas en el negocio.
Con el megaproyecto, Moquegua se beneficiará con la creación de miles de trabajos durante la construcción, y luego con cientos de millones de dólares por concepto de canon y regalías durante la explotación. Lo propio ocurrirá con el país, que captará un cuantioso monto por impuesto a la renta, mejorando su capacidad de hacer obra en favor de los sectores más desposeidos.
Y eso no es todo en cuanto a proyectos capaces de seguir impulsando nuestro auge cuprífero, pues también se aproxima Michiquillay, concesionada en febrero de este año a la empresa Southern, perteneciente al Grupo México. Esta gran mina ubicada en el departamento de Cajamarca prevé producir 225 mil toneladas anuales.
Con eso, con el crecimiento productivo que sin duda seguirán mostrando las minas actualmente operativas, y con las que se seguirán añadiendo, nuestro país podría seguir acercándose a la situación que en 1990 se percibía casi imposible, de intentar convertirse en el primer productor mundial.
Foto: Presidencia
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