Es una crisis que no requiere mayor explicación, pues esta es simple: como parte de una política asistencialista, electorera e irresponsable nacida a mediados del siglo pasado, el Estado gasta más de lo que capta como ingresos. Lo ha hecho entonces y lo sigue haciendo, ahora más que nunca, bajo la demagógica y nefasta influencia de la condenada por corrupción Cristina Fernández de Kirchner.
Por eso tiene unos enormes déficits fiscales, que al ser financiados con emisión monetaria se traducen en inflación crónica alta, y en numerosas ocasiones altísima o de nivel hiperinflacionario.
En agosto acaba de tener una inflación mensual de 12.4%, con lo cual la acumulada del año ya llega a 80.2%, y la de los últimos doce meses a 124.4%. Pero, como dice en el siguiente vídeo el economista liberal Diego Giacomini, debido a que el banco central continúa emitiendo para tapar el descalabro fiscal, ese dato no se podrá sostener y seguirá subiendo, a tal punto que dentro de unos pocos meses se le extrañará.
Del país austral no asombra esa inflación, una de las más altas del mundo. Su política económica es prácticamente desde siempre un desastre y es lógico que ese sea el resultado. Lo que sí asombra es que el ministro de Economía responsable de ese cataclismo tenga el descaro de ser candidato (el candidato del desastroso gobierno) en la elección presidencial que tendrá lugar el próximo mes, y que varios millones de personas estén dispuestas a votar por él.
Felizmente para Argentina, es altamente probable que ese personaje y el nefasto gobierno al que representa sean derrotados contundentemente, y que el próximo presidente sea un economista liberal, que ha prometido dar un giro de 180 grados sobre lo que se viene haciendo, para exterminar el ruinoso modelo estatista y heterodoxo que tanto daño ha generado y para adoptar el de las libertades económicas y la apertura al mundo.
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