miércoles, 24 de abril de 2019

El Declive Económico Argentino en una Imagen

A fines del siglo XIX e inicios del XX, Argentina era, sin la menor duda, el país más rico y de más alto nivel de vida de América Latina.

Esa privilegiada situación también lo ponía en el exclusivo grupo de los más ricos del mundo, junto con Estados Unidos y algunos pocos países europeos y de otros continentes, en una época en la que España, Japón y Corea del Sur distaban de ser lo que son hoy y eran muy pobres.

Uno de los más destacados era Australia, que, como se advierte en el gráfico, se pasó la última parte del siglo XIX y la primera mitad del XX siendo el primero o el segundo más rico. Pero Argentina jamás se le despegó demasiado, permaneciendo siempre entre los diez primeros, a tal punto que en los años 1895 y 1896 alcanzó el primer lugar.

Ambos consiguieron todo eso aprovechando especialmente sus ventajas comparativas, derivadas de su condición de países con abundancia de recursos naturales, por ejemplo sus grandes extensiones de tierra.

Hasta que a fines de los años 40 del siglo XX, en Argentina ascendió al poder Juan Perón, y con políticas de privilegios a la industria en desmedro del campo (para dejar atrás "la situación de mero país exportador de materias primas"), estatismo rampante, controlismo, y economía cerrada y proteccionista, puso las bases de la debacle.

El resto es historia conocida. Desde entonces, con una política dirigista e intervencionista plagada de distorsiones y desequilibrios, el país ha padecido una crisis tras otra, que lo han tenido descendiendo imparablemente en el ranking que alguna vez encabezó. Hoy, relegado al puesto 64, continúa insistiendo tercamente en esas políticas (o en otras que aunque dando la impresión de ser más abiertas y liberales siguen siendo casi lo mismo), y por eso la inflación y las recesiones no le dan tregua, relegándolo cada vez más.

Australia, en cambio, no se desligó nunca de las materias primas (como lo demuestra el hecho de que también es una potencia minera). Estas le sirvieron para una sana acumulación, y, en conjunción con una educación de alta calidad, desplegar de manera sana y nada compulsiva otras actividades (industria, servicios, investigación), enfocándose siempre en la competitividad y la apertura al mundo. El país tiene tan clara esa visión que hace pocos años no dudó en cerrar su industria automotriz (al advertir que era ineficiente y costosa y que más le convenía importar los autos que requería) y seguir enfatizando las actividades en las que sí podía ser realmente competitivo.

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