Por haber decretado una durísima medida de paralización productiva en el intento de frenar la pandemia, el Perú sufrió en los meses de abril y mayo una de las más brutales caídas del PBI en América Latina.
Eso, reflejado en el gráfico en las barras que descendían hasta un nivel de desplome de casi 40%, mucho más dramático que el de sus vecinos de la región, puso a nuestro país en la lupa de todo el mundo, como uno de los casos más preocupantes, e hizo temer acerca de su futuro.
Felizmente, gracias a un contundente programa de rescate equivalente al 20% del PBI (financiado en su mayor parte con los recursos que acumuló en sus épocas de bonanza económica), ha acortado enormemente las distancias, y ya ha comenzado a exhibir tasas de retroceso menores que algunos de dichos vecinos (por ejemplo que Argentina, Chile y Ecuador en agosto y que Colombia en octubre), y se encamina a figurar entre los primeros de la región que obtendrán una tasa mensual positiva, probablemente en enero.
Esa tendencia lo llevará, además, a ser el país de mayor dinamismo el año que viene, y uno de los primeros que recuperarán totalmente lo perdido en el nefasto 2020. Todo ello gracias a un modelo de desarrollo que, al amparo del excelente régimen económico consagrado en la Constitución, propicia las libertades y la apertura, y con ello incentiva la inversión privada, promueve el crecimiento y hace posible que el Estado obtenga recursos para afrontar contingencias como la reseñada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario