En materia de PBI, por ejemplo, se aprecia cómo hemos reducido notablemente la tasa de caída, que luego de haber sido de 29.8% acaba de ser de solo 9.4%. Esa disminución del desplome se reproduce en cada uno de los componentes del PBI: la demanda interna, el consumo privado, la inversión privada, y las exportaciones e importaciones de bienes, todos ellos atenuando considerablemente su tasa de retroceso, es decir, mejorando y haciendo prever que en un momento cada vez más cercano se dejará de descender y se comenzará a ascender.
Otro dato central en proceso de mejora es la balanza comercial, que de ser negativa ha pasado a ser significativamente positiva. Ello ha ocurrido de la mano del incremento de las exportaciones (tanto por volúmenes como por precios), gracias a que nuestros principales socios comerciales también se hallan en fase de recuperación. Asimismo, ha mejorado la balanza en cuenta corriente, que refleja la brecha ahorro-inversión, y que luego de haber sido negativa en 1.5% del PBI el año pasado, en lo que va del presente ha pasado a ser positiva en 0.1%.
El factor que sí ha desmejorado es el de la deuda, debido a que el gobierno debió recurrir a ella para afrontar los múltiples y cuantiosos requerimientos que surgieron a partir de la pandemia y la consiguiente paralización de actividades, y para evitar que miles de empresas quebraran, lo que hubiera cortado la cadena de pagos y generado una situación muy grave. Pero ese incremento de la deuda (concertado en condiciones muy favorables gracias a la excelente calificación crediticia de nuestro país) es totalmente manejable, y se irá compensando con el incremento de la recaudación fiscal, a medida que las actividades se normalicen y se hagan mucho más dinámicas.
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