En efecto, en abril fueron degradadas las de Argentina (de CCC a SD) y Bolivia (de BB- a B+). En el primer caso ello ocurrió porque el país incumplió los pagos de su deuda, como consecuencia de lo cual se le redujo la calificación al nivel de Default Selectivo (SD por su sigla en inglés). En el segundo, por el debilitamiento de su posición externa. Luego, en junio, se hizo lo propio con la nota de Costa Rica, que fue reducida de B+ a B con perspectiva negativa.
Y hoy también se hizo una reclasificación, pero en sentido positivo. Fue la de Ecuador, cuyo arreglo en buenos términos con sus acreedores y muy buenas condiciones para el país, tras larguísimos años de desacuerdos y negociaciones, fue valorado con una fuerte subida de tres escalones en su calificación, desde CCC- a B-. Con ambos hechos, que implican alivio financiero y acceso más barato al crédito, el gobierno de Lenín Moreno recibe un espaldarazo en su afán de continuar liberalizando y abriendo al mundo la economía de su país.
Chile continúa como líder, con un rating A+ que lo tiene a solo cuatro casillas del nivel más alto, aunque con perspectiva negativa, debido especialmente a la incertidumbre que se instaló allí con los nefastos hechos de violencia de octubre del año pasado. Le siguen el Perú y Panamá, ambos con rating BBB+, pero con nuestro país luciendo una mejor perspectiva (estable versus negativa). Lo mencionado es una muestra de la confianza que S&P tiene en los fundamentos peruanos, la seriedad de su manejo y su capacidad de recomponerse de los duros golpes que le asestó la pandemia.
El gigante regional, Brasil, sigue lejos del grado de inversión, pero seguramente pronto retomará esa ruta, gracias a las reformas que está haciendo para darle más protagonismo al sector privado, a la disciplina fiscal y a la apertura al mundo, y por la fuerte recuperación que se prevé allí tras la pandemia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario